Algunos
autores comentan, que el raquis lumbar, dada su ubicación, se encuentra
sometido a importantes niveles de solicitación, pues en la postura erguida, el
centro de gravedad de la parte superior del cuerpo es anterior a la articulación
lumbosacra, y sobre este punto descansa parte del peso de tronco, brazos y
cabeza.
Dentro del
conjunto de los músculos estabilizadores del raquis, la musculatura lumbar,
representada esencialmente por multífido y erector espinal, juega un papel
importante. Se ha demostrado la relación entre debilidad lumbar y algias
lumbares (Lisón y cols., 1998; Morini y Ciccarelli, 1998; Carpenter y Nelson,
1999), por lo que el entrenamiento de la musculatura lumbar está indicado para
prevenir alteraciones raquídeas (Mannion y cols., 1997).
Se ha generado
cierta controversia sobre si es más importante desarrollar los flexores del
tronco, o por el contrario, los extensores, o bien si es más efectivo ejercitar
ambos grupos musculares (Shirado y cols., 1995a). De un modo u otro, diferentes
estudios han comprobado como bajos niveles de fuerza en los músculos lumbares
inducen una mayor incidencia de problemas raquídeos (Carpenter y Nelson, 1999; Lisón
y cols., 1998; Lisón y Sarti, 1998; Monfort, 2000).
La frecuencia
de problemas a nivel dorso-lumbar, en muchas ocasiones, viene de la mano de una
importante debilidad de la musculatura extensora del raquis lumbar, junto con
la adopción de posturas inadecuadas que generan tensión en las estructuras
ligamentosas que lo soportan.
Bortoluzzi
(1994), afirma que el 70-80% de los sujetos activos entre 25 y 69 años ha
padecido un ataque de lumbalgia, de los cuales, el 90% de los casos sufre
recidiva. Dicha patología es considerada como una de las primeras causas de
baja laboral. Carpenter y Nelson (1999) consideran que los problemas espinales
son la causa más frecuente de limitaciones en personas de más de 45 años. La
lumbalgia es una alteración típica y bastante difundida también en la edad
escolar. Mendoza (1988) señala que el 16% de los escolares españoles sufre
dolor de espalda con alguna frecuencia y un 11% con bastante asiduidad, siendo
la mayor incidencia de este malestar en las alumnas y en los cursos de
secundaria.
Los resultados
de Rodríguez y cols. (1998b) revelan que en la etapa escolar se manifiestan de
forma clara las molestias y dolores raquídeos a diversos niveles, destacando en
el test previo un 25,3% de sujetos con presencia de molestias o dolores en el
raquis.
Por esta razón
es recomendable el fortalecimiento de la musculatura raquídea, para aumentar la resistencia muscular y evitar
tensiones en las estructuras ligamentosas y discales, gracias a su capacidad de
absorción de presión en las estructuras lumbares de hasta un 55%, lo que supone
una liberación significativa de estrés (Ordóñez y Mencia, 1987).
Puesto que
diferentes estudios han demostrado la relación entre debilidad y dolor lumbar,
desequilibrios musculares o hábitos posturales incorrectos y dolor lumbar,
sedentarismo y dolor lumbar, programas de ejercicios físicos inadecuados y
lesión lumbar. Asimismo, un entrenamiento adecuado de los músculos lumbares
puede contribuir a acelerar el proceso de recuperación resultando ser de gran
utilidad en el ámbito terapéutico (Lisón y cols., 1998).
De sus
características anatómicas hemos de considerar una serie de adaptaciones a
nivel muscular que son importantes a la hora de analizar la adecuación o
peligrosidad de los ejercicios. Un aspecto a tener en cuenta es la actividad
tónico-postural de estos músculos, debido a su carácter antigravitatorio, en
los que existe un predominio de fibras rojas (tipo l), respondiendo bien ante
estímulos poco intensos y de larga duración. A la hora de plantear ejercicios
para su desarrollo debe respetarse su predominancia de fibras, exigiendo, por
tanto, contracciones lentas, mantenidas estáticamente durante algunos segundos,
y preferiblemente con cargas bajas, estímulos parecidos al papel que cubren en
el organismo.
Ciertos
trabajos han evidenciado que para lograr un correcto fortalecimiento lumbar es
suficiente entrenar la musculatura una vez por semana, ya que se incrementan
los niveles de fuerza, a la vez que se reduce la incidencia de dolor lumbar en
la edad adulta (Carpenter y Nelson, 1999). El volumen de entrenamiento
requerido por los músculos lumbares para incrementar su nivel de fuerza es
considerablemente bajo, a diferencia del resto de grupos musculares (Lisón y
cols., 1998). No es necesaria una actividad que persiga una hipertrofia de los
músculos lumbares, pues ésta no es imprescindible para la ganancia de fuerza ni
tampoco para la prevención de lesiones a nivel lumba.r Por ello, se recomienda
el fortalecimiento de la musculatura paravertebral lumbar (Pamblanco, 2000;
Lisón y cols., 1998), junto al fortalecimiento de la musculatura abdominal
(Lisón y Sarti, 1998).
El diseño de
los ejercicios para el fortalecimiento de la musculatura lumbar debería buscar
posturas y movimientos que aumenten la participación activa de los músculos y
disminuya la tensión ligamentosa (Sarti y cols., 1999).
Algunos
autores indican el inconveniente de aumentar la curva lordótica normal,
desaconsejando en tal caso la reiteración de movimientos de hiperextensión
lumbar, al aumentar la presión intradiscal (Sharpe y cols., 1988; Wilke y
cols., 2001), generar mayor estrés compresivo en las facetas vertebrales
(Wirhed, 1996; López y López, 1995) y producir una espondilólisis y/o
espondilolistesis.
Cuando se
realiza una hiperextensión raquídea las carillas articulares absorben una
cantidad muy significativa de presión. En tales movimientos un estrés de
compresión importante se localiza en el extremo de las facetas articulares, y
un gran estrés de tensión se produce en las superficies articulares de las
facetas inferiores, posibilitando la producción de una fractura a este nivel (Shirazi-Adl
y cols., 1986).
Una pauta en
la prescripción de ejercicios para el raquis lumbar es limitar el movimiento de
extensión hasta alcanzar un grado de lordosis lumbar fisiológico (Liemonh,
2000; Smith y Weber, 1991). Shirado y cols. (1995a) exponen la necesidad de
evitar la hiperextensión del raquis lumbar tanto en los ejercicios destinados a
la musculatura lumbar como en los ejercicios abdominales. Un raquis lumbar con
una lordosis aumentada en estos ejercicios podría provocar problemas en el
disco intervertebral, ligamentos, etc. Como consecuencia podría aparecer dolor
lumbar o bien agravarse si ya existía.
La extensión
de tronco desde decúbito prono, alcanzado un gran rango de movimiento, eleva
los niveles de compresión raquídea por encima de 4000 newtons. La fijación de
los pies posibilita llegar a un ROM excesivo que aumenta las fuerzas
compresivas en el arco posterior de las vértebras lumbares. Los movimientos de
extensión deben limitarse a los períodos de mayor actividad eléctrica y menor
peligrosidad (Lisón y cols., 1997), que oscilan entre 60º de flexión y 0º de
extensión (horizontal).
La
hiperextensión lumbar es más problemática si se realiza de forma balística, ya
que se crea un momento de fuerza que supera el control muscular (Cotton, 1993)
y desemboca en hiperextensiones forzadas que aumentan los riesgos sobre las
estructuras articulares, además de reducir la efectividad del trabajo muscular.
La alta
velocidad en la ejecución del movimiento es inadecuada ya que es un factor de
riesgo en las patologías raquídeas (Lisón y cols., 1996). Así Lisón y Sarti
(1998) encontraron que la movilización del tronco a velocidad rápida en banco
romano tiene un índice de peligrosidad del 60% frente al 42% cuando se realiza
a velocidad lenta. Pamblanco (2000) indica que es importante que se sigan las
instrucciones de realización de los ejercicios con gestos controlados y no de
manera brusca, o a través de "latigazos”.
Es aconsejable
conservar la lordosis cervical, ya que posiciones de hiperextensión cervical
pueden generar repercusiones radiculares y en las estructuras osteoligamentosas
(Shirado y cols., 1995a). Si en decúbito prono se eleva tronco y piernas
simultáneamente, la compresión asciende hasta valores de 6000 Newtons
(Callaghan y cols., 1998).
McGill (2001)
opina que los ejercicios de movilidad y extensibilidad del raquis deben
limitarse a flexiones y extensiones en descarga. Un ejercicio muy seguro y
aconsejado es el ejercicio denominado "cat-camel" o
"gato", ya que reduce la viscosidad espinal (resistencia interna del disco y
fricción), la rigidez raquídea y el estrés pasivo, facilita la movilidad
intervertebral y produce poca presión en las articulaciones intervertebrales
(McGill, 1999).
Desde la
posición de sextupedia, se alterna una posición cifótica (flexión lumbar,
dorsal y cervical) y una posición de corrección de la misma (extensión lumbar,
dorsal y cervical), acompañada de anteversión pélvica. La distancia entre el
apoyo de manos y rodillas no debe ser menor que la longitud entre trocánter
mayor y articulación escápulo-humeral (McGill, 1997).
Este
movimiento de flexión-extensión raquídea debe realizarse lentamente a través de
un rango de movimiento completo, realizando unas 5-6 repeticiones (McGill,
2001). Hay que enfatizar que se trata de un ejercicio de movilidad, y por
tanto, no hay que presionar en los rangos finales de flexoextensión.
McGill (2001)
recomienda que en la fase preparatoria de cada sesión este ejercicio esté
presente seguido de ejercicios de movilidad de los segmentos que estén
implicados en las actividades de la parte principal.
La posición
adoptada por el ejecutante limita la adopción de posturas extremas, de modo que
las cargas intervertebrales que se producen son muy bajas (McGill, 1999). Hay
que considerar que personas que sufran ciática van a ver exacerbados sus
síntomas dolorosos en el movimiento de flexión (McGill, 2002).
Este ejercicio
sustituye al famoso "puente", frecuentemente realizado para el
entrenamiento de la flexibilidad vertebral, si bien genera cargas excesivas en
las articulaciones intervertebrales del raquis lumbar (Yessis, 1994).
Para el
fortalecimiento de la musculatura lumbar se suelen realizar los típicos
ejercicios denominados coloquialmente "lumbares", ejecutados
desde decúbito prono en el suelo. Suelen realizarse con grandes rangos de
hiperextensión lumbar, superando ampliamente la horizontal, sobre todo cuando
se realizan en el suelo, donde no es posible flexionar el raquis.
Sarti y cols.
(1999) en los ejercicios de extensión del tronco recomiendan mantener posturas
isométricas, dada la mayor efectividad respecto a las fases dinámicas,
disminuyendo así las fuerzas inerciales como factor de riesgo. En caso de
realizar este ejercicio en un banco, es conveniente no exceder del 50% de
flexión máxima desde la horizontal, ya que a partir de esa postura la tensión
en los ligamentos se incrementa bruscamente debido a la aparición del fenómeno
flexión-relajación, desembocando en aumentos en el estrés de cizalla anterior.
Si se desea aumentar la actividad eléctrica de estos músculos Shirado y cols.
(1995a) recomiendan adoptar una flexión cervical y una estabilización pélvica
(mediante la contracción de los glúteos mayores), al realizar una contracción
isométrica.
Si se apoya
toda la pelvis sobre el banco de extensiones, impide la flexión de las
articulaciones coxofemorales, y el movimiento se realiza a través del raquis
lumbar, disponiéndolo en inversión con el consecuente riesgo de lumbalgia y
hernia discal (Pérez y cols., 1997).
Para
desarrollar los músculos espinales hay otros ejercicios adecuados que estimulan
adecuadamente la musculatura dorso-lumbar, atenuando los niveles de estrés
vertebral. Por ejemplo, la elevación de pelvis, desde decúbito supino, que
consiste en realizar una extensión lenta de caderas y tronco hasta formar una
línea entre tronco y muslos (Rodríguez, 2000)). Este ejercicio estimula la
musculatura lumbar a intensidades moderadas tanto en hombres como en mujeres.
Se puede realizar dinámica o estáticamente, debiendo detener la elevación de la
pelvis en el momento de alcanzar una horizontalidad tronco-pelvis-muslos.
Además, la
elevación de pelvis desde decúbito supino con piernas flexionadas es un
ejercicio seguro, pues impide la adopción de posturas hiperlordóticas.
Ejecutado estáticamente impone una compresión raquídea baja y activa moderadamente
la musculatura glútea y lumbar.
No es preciso
movilizar el tronco para estimular la musculatura dorso-lumbar.
Mediante la
movilización de la articulación coxofemoral es posible trabajar la muscular
lumbar.
Un ejercicio
muy común es la hiperextensión coxofemoral, que consiste en elevar la pierna de
forma balística y con un gran rango de movimiento, que sobrepasa los 15-20
grados de extensión. En esta situación, cuando la pierna es elevada, la pelvis
realiza anteversión y aumenta la lordosis lumbar. La razón de este movimiento
pélvico se debe a que los resistentes y fuertes ligamentos de cadera
(iliofemoral o de Bertin especialmente), así como los músculos transarticulares,
hacen imposible que la pierna llegue a tales posiciones a través, tan solo, del
eje coxofemoral.
Esta acción
articular permite trabajar el glúteo mayor, isquiosurales y erector espinal. El
glúteo mayor es un músculo a acondicionar de forma saludable ya que actúa como
estabilizador de la pelvis y favorece la acción de la musculatura espinal
(Lisón y Sarti, 1998; Shirado y cols., 1995a). Sin embargo, el trabajo
balístico genera picos de activación muscular que no son efectivos para
aumentar la resistencia muscular.
Para evitar
los efectos nocivos de este ejercicio es necesario finalizar el movimiento
cuando se agota la capacidad de extensión coxofemoral. Puede realizarse
unilateral o bilateralmente (más intensidad). Junto a ello, habría que realizar
una correcta estabilización a través de los músculos abdominales para prevenir
la anteversión pélvica. También, variando la posición inicial se permite un
amplio rango de extensión coxofemoral.
La extensión
coxofemoral y elevación escápulo-humeral contralateral se ha mostrado como un
ejercicio efectivo por la activación eléctrica moderada que desencadena y
seguro al generar niveles de compresión raquídea inferiores a 3000 Newtons
(Callaghan y cols., 1998). Así también, resulta adecuado el ejercicio de elevación
simultánea del miembro superior e inferior hetero-laterales desde posición cuadrúpeda
(Ybáñez y cols., 1999b), si bien se reduce el ROM. Tanto uno como el otro deben
realizarse de forma lenta y manteniendo la posición unos segundos. Estos
ejercicios tienen la ventaja de estimular a intensidades moderadas la musculatura
paravertebral dorsal, lo que incide positivamente en la estabilidad raquídea y
en la prevención de actitudes cifóticas.
Ybáñez y cols.
(1999b) comprobaron que la utilización del ejercicio de elevación lenta de los
miembros inferiores y pelvis permaneciendo con el tronco en decúbito prono sobre
una superficie elevada es intenso, muscularmente hablando, y seguro, al reducir
las cargas impuestas al raquis dorso-lumbar, puesto que evita el momento flexor
y anula la inercia de la velocidad del movimiento. Callaghan y cols. (1998) lo
consideran una buena opción, puesto que genera una actividad muscular moderada
(alrededor del 20% de la máxima contracción voluntaria) y no genera un estrés
de compresión importante.
Los errores
más frecuentes que podemos observar al realizar el ejercicio es la adopción de
posturas cifóticas y la inclinación pélvica, que genera momentos de torsión
vertebral que aumentan el estrés vertebral.
Monfort y
Sarti (1998) proponen un trabajo de la musculatura lumbar mediante
contracciones isométricas con el tronco siempre controlado. Al no existir
movimiento, se minimiza el riesgo de lesión de estructuras osteoligamentosas
(Lisón y cols., 1998). Cuando se desee realizar un desarrollo dinámico de la
musculatura lumbar hay que buscar movimientos de flexo-extensión con pequeños
rangos de movimientos).
A partir de
los trabajos de investigación de Pollock y cols. (1989) y Graves y cols.
(1992), se comprobó que una sesión semanal de entrenamiento isométrico (1 serie
de 8-10 repeticiones máximas en distintas posiciones angulares, 1-2 segundos de
contracción) aislando correctamente la musculatura lumbar, es suficiente para
incrementar los niveles de fuerza y para prevenir posibles alteraciones
raquídeas que puedan comprometer la continuidad del entrenamiento. Sin embargo,
trabajos posteriores de Udermann y cols. (1999) y Mayer y cols. (2002) se ha
comprobado que la estabilización pélvica en los ejercicios de extensión de
tronco no es una variable determinante en la activación de los extensores
lumbares ni en el aumento de la fuerza muscular lumbar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario